Ojeando fotos de mi niñez he dado con una preciosa. No tendría
más de dos años y correteo por un hermoso parque en invierno con mi abriguito
de visón blanco y un gorro con un pompón. No recuerdo mucho de mi abrigo, pero por la sonrisa que dibuja mi cara seguro que era suave, muy suave y calentito.
Pasaron muchos años
hasta que tuve mi segundo visón. De él me deshice en una subasta benéfica. Me
entró la vena defensora de los animales y me avergonzaba cubrirme con sus
pieles. Luego me informé más afondo del tema y descubrí que hay animales que
nacen única y exclusivamente para ser utilizada su piel, igual que hay otros
que sólo se crían por su carne.
Podríamos hablar de otros temas como no comer pollo por el
hacinamiento y el estrés que sufren estos animales en las granjas. O de otros
más fuertes como los diamantes de sangre. O de esa camisa que llevas puesta
ahora mismo y que han elaborado unas manitas cuyo dueño debería dedicarse a ir al cole y jugar.
Aunque, en este
momento, mi única intención era compartir con vosotros la ilusión que me ha
hecho encontrar esa foto antigua donde luzco, con mucho estilo, mi primer visón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario