Tras la vorágine de la semana pasada deseaba que llegara hoy
lunes.
Volver a compartir juegos entre las sábanas con mis fieles
clientes y con los nuevos que se me acerquen me llena de alegría. Sigo sintiendo
esa ilusión, mezcla de ansiedad, curiosidad y morbo, en cada encuentro. Sea el
primero o el décimo que tengo con un cliente. Porque cada encuentro es único e
irrepetible y lo deseo. Lo deseo y ese deseo me hace vivirlo como si tal vez
fuera la última oportunidad de compartir placer. Y me llena de felicidad porque sé que cada vez
consigo mi objetivo, que es tan sencillo y complicado como que tus deseos se
cumplan. Recorrer caminos, a veces marcados y otras nuevos y por descubrir, para encontrar el deleite de tus deseos y el placer
sublime, me hace feliz. Compartir placer y darlo es lo más gratificante que hay
en esta vida.
Bendito lunes, quién me iba a decir que los lunes serían tan
maravillosos.
Hoy puedo afirmar que tengo el mejor trabajo de mundo. ¿O existe
algún trabajo mejor que dar placer y compartir felicidad?
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