La gente dice de mí que soy una persona comunicativa, cercana y buena
conversadora. Pero en la intimidad las palabras me sobran. El lenguaje corporal
impera y es él a través del que me expreso. Escucho a tu cuerpo y al mío. Me
dejo guiar por ellos y así responder a las señales del deseo que nos llevan al
placer.
La danza me ha permitido conocer mi cuerpo y poder
expresarme a través de él. Mi cuerpo es capaz de comunicar mucho más que mis
palabras. Cuando las palabras se me quedan cortas mi cuerpo llena un espacio
que ninguna otra forma de expresión es capaz de llenar.
Las lenguas o idiomas se aprenden. Como cualquier disciplina
la danza también se aprende. Pero la capacidad de expresarse a través de ella
reside en cada uno. Esa capacidad unida a las herramientas que la práctica de
la danza me ha dado, hacen que me sobren las palabras.
En la intimidad la
sensibilidad aflora y los sentidos se agudizan y es allí donde consigo la
máxima expresión de mi ser, ya sea interpretando una pieza de Debussy o tu
lenguaje corporal.
Comunicarse no es lo mismo que hablar. El idioma del sexo se
aprende. La interpretación del lenguaje
corporal llega mucho más lejos que el idioma del sexo. Éste es el mismo sea
cual sea la lengua en que te expresas verbalmente pero, al menos, gracias a él hablamos el mismo idioma.
Ahora sólo nos falta compartir el mismo lenguaje.
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