Pamuk se convirtió, hace más de dos décadas, en mi mejor
compañero de cama. No tiene tantas novelas como para yacer siempre con él así
que Haruka Murakami y Khaled Hosseini han ocupado su lugar de vez en cuando, sin hacerme olvidar los buenos momentos
que he pasado y pasaré con Orhan. Con los “best sellers” he vivido muchos encuentros
y desencuentros. A veces, cuando esperas mucho de algo, te defrauda, pero es
cierto que otras cumplen con creces las expectativas imaginadas. Nunca digas
nunca jamás.
Últimamente, y gracias a un cliente, me estoy aficionando a
la poesía erótica descubriendo autores y formas de escribir muy alejadas de
parámetros y tipologías estandarizados.
Y así, navegando por
un mar de palabras, llegamos al ensayo. No me gusta; me genera ansiedad y me
cuesta pasar página. Pero aprendo, aprendo mucho. Con Octavio Paz sí que
compartiría cama, pero no lo hago porque me dormiría. Y en la cama me gusta
disfrutar como lo hago con Eduardo Mendoza, sin olvidar el morbo que me provocan
los Martín, Esteban, mi "pintor de sombras" y mis pecados con Andreu y su "Corpus Delicti". Anna Rice con “Armand el vampiro” despertó en mí un estado
placentero ante la lectura difícil de describir.
La mayor carga erótica en la lectura, como en cualquier
momento de la vida, no se encuentra siempre en las páginas esperadas. La
sensualidad, la sexualidad y el erotismo pueden mostrarse por separado, de
forma única o bajo mil combinaciones de las mismas. En cuanto acabe de escribir
estas líneas me postraré desnuda al sol, con la única compañía de un libro,
seguro que si me vieras sabrías a qué me refiero.
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