martes, 10 de junio de 2014

El placer de leer

Soy una de esas extrañas personas que viven sin tele, lo que me permite tener mucho más tiempo que al resto de los mortales para leer.  En cada época de mi vida la lectura que más me ha gustado, entretenido y atraído ha sido distinta. Pasé por la época de los grandes de la literatura sudamericana a los que aparqué por la novela de aventuras con carga histórica, para pasar definitivamente a la novela negra. A la cama ya no me iría con García Márquez o Borges y menos aún con Almudena Grandes, aunque si me he acostado muchas veces con Matilde Asensi.

Pamuk se convirtió, hace más de dos décadas, en mi mejor compañero de cama. No tiene tantas novelas como para yacer siempre con él así que Haruka Murakami y Khaled Hosseini han ocupado su lugar de vez en cuando, sin hacerme olvidar los buenos momentos que he pasado y pasaré con Orhan. Con los “best sellers” he vivido muchos encuentros y desencuentros. A veces, cuando esperas mucho de algo, te defrauda, pero es cierto que otras cumplen con creces las expectativas imaginadas. Nunca digas nunca jamás.

Últimamente, y gracias a un cliente, me estoy aficionando a la poesía erótica descubriendo autores y formas de escribir muy alejadas de parámetros y tipologías estandarizados.

 Y así, navegando por un mar de palabras, llegamos al ensayo. No me gusta; me genera ansiedad y me cuesta pasar página. Pero aprendo, aprendo mucho. Con Octavio Paz sí que compartiría cama, pero no lo hago porque me dormiría. Y en la cama me gusta disfrutar como lo hago con Eduardo Mendoza, sin olvidar el morbo que me provocan los Martín, Esteban, mi "pintor de sombras" y mis pecados con Andreu y su "Corpus Delicti". Anna Rice con  “Armand el vampiro” despertó en mí un estado placentero ante la lectura difícil de describir.

La mayor carga erótica en la lectura, como en cualquier momento de la vida, no se encuentra siempre en las páginas esperadas. La sensualidad, la sexualidad y el erotismo pueden mostrarse por separado, de forma única o bajo mil combinaciones de las mismas. En cuanto acabe de escribir estas líneas me postraré desnuda al sol, con la única compañía de un libro, seguro que si me vieras sabrías a qué me refiero.


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